Esta semana fue inevitable conectarme con la muerte, gracias al viaje que emprendió el padre de una amiga. Con este tipo de eventos lo que se revive es la mortalidad de los seres queridos, cercanos y de uno mismo.
El funeral sin entrar en muchos detalles, fue toda una celebración lejos de la tradicional ceremonia sombría, fría e incluso hipócrita a la que normalmente asiste y te encuentras con familiares casi desconocidos o con ganas del olvidarles. Cumplió con todas las formalidades propias del catolicismo y mucho más allá de mis expectativas, con cantos, ánimo e historias.
Y de ahí me surgió mi eterno sarcasmo, pensando en que si iba a ser tan festivo, deberían dar tarjetas de invitación: Te invito a mi funeral.
El ser humano en su conciencia, tiene el miedo de dejar de existir y por ello busca enfrentar la mortalidad a través de sus actos, palabras o vidas que alcanzó a tocar para que no le olviden, que es la verdadera muerte en esta vida.
No sé como será mi funeral, pero seguramente cuando me toque, espero al menos haber dejado el suficiente testimonio para que alguien se acuerde que existí, no sé si fui bueno o malo o que balance alcance al final, pero creo que en mi viaje sería bueno saber que alguien se acuerde que existí en este mundo.
Así que te invito a mi funeral cuando tenga que ser, no antes ni después, para que celebres la vida y si supiste de mí, celebres el viaje que compartimos en este mundo. Llora si quieres llorar, ríe si quieres reír, me daría un tremendo gusto escuchar esos chistes típicos de velorio y también tomar café y ser cafeteado.
No sé si habrá caras largas, o cantos y celebraciones, flores, café o bocadillos, no sé si habrá siquiera alguien, pero te invito a mi funeral porque seguro ahí estaré.
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