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Hace mucho me cosquilleo la fantasía y la melancolía y cuando las saqué de mí se volvieron letras, luego se fueron al olvido y de ahí parto, para compartirlas con mis amigos.

miércoles, 13 de enero de 2010

El hombre que guardaba los días

Este cuento, lo escribí hace ya más de 10 años y no sé porqué fue uno de los primeros que recordé. Lo comparto con mucho gusto.

Marzo 1999

Todo comenzó como un juego en la niñez, le regalaron un caja de cartón vacía, le dijeron que podía guardar en ella lo que quisiera o lo que más le gustará.
Pensó primero en guardar sus sueños e ilusiones, pero a cada momento que abría la caja, todas se escapaban y terminaba por ponerse muy triste. Le preguntó a su abuelo qué era lo que podía guardar en la caja y que nunca se escapara, él sonriendo le dijo que guardara ese día.
Así empezó a guardar la luz del sol, solo le quitó dos rayos al sol de esa mañana y los puso en su caja, siguió caminando y tomó una hoja seca que estaba tirada bajo el árbol del parque, también puso gotas del agua de la fuente y un poco de la tierra que se pegó a sus ropas mientras jugaba.
Poco a poco la caja se fue llenando de cosas, olores y sabores, desde un helado de chocolate hasta un chicharrón con mucho limón. Llegó un momento en que la caja fue insuficiente y necesitaba más espacio, fue de esa manera como su cuarto se fue atiborrando de cajas.
Un día su madre furiosa por la cantidad de cajas llenas de “basura”, las tiró todas no sin antes darle un fuerte regaño acerca de su comportamiento. Pero es que había tantas cosas que guardar, cada día era distinto y con solo abrir la caja podía volver a ver la luz del sol aunque fuera de noche.
Desde ese momento fue guardando en diferentes rincones cada pensamiento y suspiro, cada olor y sabor, las miradas e incluso los insultos, ya no uso cajas ni baules, solo los rincones.
Conforme creció, fue olvidando donde guardaba los días, y de esa manera se volvió “normal”, como cualquier adulto se dedicó a trabajar y buscar su felicidad.
Por fin un día encontró a la mujer y entre los dos encontraron a los hijos, años más tarde él y su esposa la soledad.
Una tarde mientras veían televisión, su esposa se fue sin decir una sola palabra, no se llevó nada incluso dejó su cuerpo tirado en el sofá.
Al otro día llegaron sus hijos y la guardaron en una caja que era mayor de tamaño, que en la que guardaba sus días cuando era niño. Solo que esta caja la fueron a dejar a un lugar llamado cementerio.
Se dio cuenta, que ahora sus días estaban guardados con su esposa en un lugar al que no podía ir para abrir la caja y ver los días que había guardado en ella.
Fue entonces, que se decidió a usar una caja de cerillos vacía para guardar sus días, lo primero que hizo, fue guardar el amanecer del siguiente día y la oscuridad de su cuarto. De pronto en un rincón descubrió un beso de su esposa, que se olvido guardar en la caja de ella, luego encontró debajo de su cama el llanto de uno de sus hijos cuando era un bebé y varias cosas más que comenzó a guardar en su caja de cerillos, la cual a pesar de su tamaño podía contener esas cosas y muchísimas más, además era muy conveniente para que los demás no se dieran cuenta.
Desde ese momento corrió por las calles y abría su caja para guardar las sonrisas y los gritos, pasaba por el mercado y cerca del vendedor de verduras abría para guardar su cantaleta.
La gente lo comenzó a tomar como loco y se le achacó a la edad y el vacío de su soledad. Comenzaron a llamarlo “El Guardador”, porque siempre que le preguntaban por su proceder, él les respondía que “sólo guardaba los días”. Por las noches, después de guardar la última estrella, abría su caja y contemplaba desde la cama su tesoro, cada olor, imagen y demás, ahí estaba.
Un día que lo visitaron sus hijos, para llevar lo a un asilo, ya no lo encontraron, se le busco por todas partes, pero jamás lo hallaron. Algunos dicen que se volvió más loco y se fue por el mundo “guardando los días”, otros más creen que se guardó él mismo en su caja de cerillos.
Lo cierto es que no se volvió a saber más de “El Guardador ”, excepto que al otro día apareció una caja de cerillos junto a la tumba de su esposa.

2 comentarios:

  1. Para evitar que mi mamá me regañara, descubrí los diarios online y ahora es ahí donde guardo los pedacitos de días...

    No sé si las personas realmente se vuelven más locas o la gente que las rodea más sensible a lo que decidió que es locura y sólo cambian los estándares. Bueno, whatever! jajajaja

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  2. Gracias por tu comentario, es cierto la locura es un lugar tan común que lo vemos a simple vista, pero no sabemos de que lado de la calle estamos, hasta que te señalan...jejejeje.

    Sigamos entonces guardando días en cajitas y blogs. Saludos

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